Al comenzar la década de los 60 todavía eran visibles en la sierra ecuatoriana las haciendas tradicionales, organizadas bajo relaciones agrícolas de trabajo precario (jornales ínfimos o ausencia de salarios). La costa, en cambio, más dinámica y emprendedora, seguía siendo la base de nuestro crecimiento agroexportador sustentado en el banano, que, sin embargo, progresivamente entró en crisis. En mucho, todavía pesaba la ruralidad del país, porque la mayoría de la población se ocupaba en la agricultura, exista un crecimiento urbano reducido a unas cuantas ciudades y porque la industria y la manufactura eran todavía incipientes, así como resultaba escasa la presencia de capitales extranjeros.
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